lunes, 9 de enero de 2017

Pipicán roto



Flânerie de una mañana de octubre de 2016 por el paseo de Echegaray.

Luego dicen que los dueños de los perros no son cívicos: esta papelera lleva años destrozada, pero los usuarios siguen depositando a su lado las bolsas de los excrementos de sus cánidos.

Vista general.

           Este horrible, inútil e inseguro mamotreto de estética oxidada (como las farolas que iluminan el Pilar en el mismo paseo), aparte de ser un paseadero canino, sólo sirve para actividades delictivas y para que los adolescentes intenten hacer botellón cada fin de semana y la policía tenga que pasarse para evitarlo cada fin de semana, como un castigo mitológico de eterno retorno.

          No veo la utilidad de hacer accesible este tramo de la ribera del Ebro cuando ambas márgenes lo son casi en su totalidad, especialmente la izquierda, y casi nunca pasea nadie por aquí (a no ser que tenga perro). Además, no resulta de interés turístico, todo lo contrario, este artefacto afea la zona y los árboles no permiten que sea un buen mirador del río. 

          Algunos preferirían que el Ebro a su paso por Zaragoza fuera como el Sena en París: un canal donde se pudiera pasear y tomar el sol, pero sin árboles y casi sin aves (salvo algunas gaviotas). Yo preferiría que algunos tramos siguieran siendo un lugar de hábitat y de refugio para la fauna ribereña, inaccesibles para la gente.

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