jueves, 22 de septiembre de 2016

Las tres desgraciadas



Fotos de marzo y julio de este año.



-¡Rediós, Mapi! ¿Ánde sa ido la Pilara?

-No sé, Cuca. Li ofrecido la mano y si ha tomau el brazo entero.

-¡Hala, maña, qué morro! ¡Vaya vacaciones!

-Que mestau haciendo un liftin.

-Mándame un guasap con el teléfono, co, que yo también quiero unos arreglicos.



           La escultura “Complicidad”, situada en la calle Gran Vía, es una versión de las tres Gracias con una vida azarosa: en 2009 se retiró para instalar el tranvía y recubrir el Huerva. En mayo de 2011 volvió con un pedestal nuevo. En marzo de 2016 una máquina de podar arrancó accidentalmente una de las figuras. En junio de este mismo año se trasladó la obra a un taller para su reparación y a finales de julio se volvió a poner. La empresa del tranvía pagó la restauración.

 

          Con todo el respeto para el escultor, pero si hubieran sido tres robustas mozas rubensianas y no esas flacuchas, esto no hubiera pasado. Ni camiones podadores ni cierzo de enero.


          Una cosa es estar delgado y otra el ensalzamiento de lo extremado (especialmente con el cuerpo femenino joven), que recuerda a los tiempos difíciles, en los que sólo estaban escuálidos los enfermos y los hambrientos: pobres, víctimas de la postguerra, de los campos de concentración, etc. ¿Es, acaso, un aviso de lo que nos viene y deberíamos empezar a acumular reservas?


Ver imágenes de los avatares de la escultura en Complicidad

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Desahogo personal. A partir de aquí puedes dejarlo:

          Es desesperante observar a diario la tiranía sobre el cuerpo y la mente de las mujeres, y cómo se intenta/logra manipularlas con el truco de crear productos y actividades exclusivos para ellas, que las hacen sentir más femeninas, más mimadas y como miembros de un club donde nadie más tiene cabida.


          Todas estas modas están destinadas a controlar y explotar económicamente a la mitad dominante del planeta: hay más mujeres, ergo, cuantitativamente consumen más; si los productos para ellas son más caros, el beneficio es mayor.


          Curiosamente, las féminas cobran menos sueldo que los varones, pero tienen que pagar bastante más por productos que cumplen las mismas funciones que los masculinos. Aquí no se aplica la máxima de que el aumento de demanda abarata los costes.


          Pienso, por ejemplo, en las cuchillas de afeitar para ellas, cuyas únicas diferencias con las tradicionales son el color pastel y un supuesto diseño adaptado al cuerpo femenino. ¿En serio las piernas de un ciclista (de cualquier edad y altura) son tan distintas a las de una mujer? Queridas, espabilad, no seáis tontas: vuestras axilas y todo lo demás se puede rasurar con las cuchillas de toda la vida, que además son bastante más baratas.


          No pasa nada por no seguir todas las modas; quienes os critican por no ser borregas, al cabo de no mucho tiempo se declararán estúpidas por haberlas seguido ciegamente. Es, además, deprimente comprobar cómo los medios y las periodistas también las defienden a nivel personal cuando charlan de moda y actualidad en sus programas. No parecen conscientes de su influencia como personajes públicos, sobre todo cuando no cobran por hacer esa publicidad. Una cosa es contar la realidad y otra hacer proselitismo.



El horrible “thigh gap” o el hueco entre los muslos



          Una de estas modas tiránicas sexistas es el “thigh gap”. Hasta hace unos pocos años estaba mal visto tenerlo muy marcado, incluso las modelos de trajes de baño tenían que carecer de él porque parecían demacradas. Ahora hay gente que se opera para tenerlo y parecer un ave zancuda. Es difícil encontrar un anuncio donde la dama de turno no lo tenga o donde no aparezca con las piernas visiblemente separadas, algo que antes era considerado obsceno.

          Aparte del dinero que genera someter a tanta población, también produce grandes beneficios sexualizar e infantilizar a las mujeres. El sexo es un gran negocio a nivel mundial porque los instintos primarios (como animales que somos los humanos) dominan, independientemente de nivel social. Lamentablemente siempre es el control ajeno a la mujer el que decide si éstas van tapadas hasta los ojos o despelotadas.


          Actualmente la sociedad occidental está hipersexualizada, pero sólo se aprecia en la moda femenina: en verano, pantalones muy cortos, minúsculos y ajustados para ellas; holgados y por debajo de la rodilla para ellos, etc. Si quieres que tu hija adolescente vista un pantalón corto normal, tendrás que cortarle uno largo, porque no lo vas a encontrar en ninguna tienda.


          Por no hablar de lo que ocurre con la ropa interior en la propaganda que invade nuestros buzones: a ellos les disimulan sus genitales (que no se note su volumen, sólo los músculos y la dichosa barba), a ellas se los destacan. Todavía recuerdo el revuelo generado hace un lustro porque a cierto hombre del tiempo el pantalón del traje le marcaba más de lo habitual sus partes pudendas. Sin embargo no hay revuelo porque las mujeres del tiempo van casi siempre con ropa muy ceñida y podemos notar claramente hasta las costuras de su ropa íntima.


          Aparte de eso, creo que la moda la dirigen misóginos que cosifican y degradan a la mujer, y modistos mediocres que evitan la dificultad de diseñar y coser para cuerpos con todo tipo de formas. Con esto, han cambiado la percepción de la belleza en las nuevas generaciones, que piensan que lo ideal es ser como impone la publicidad, los medios, internet: mujeres florero, anoréxicas sin curvas o con un cuerpo con estructura de triángulo invertido (también llamado “de fresa”), que es una aberración estadounidense muy abundante en sus series televisivas caucásicas (no en las “afroamericanas”. Me hace mucha gracia esta palabra): pecho enorme recauchutado y caderas estrechas masculinas.


          Claro que los gustos españoles todavía tienen puntos en común con los del resto de América y por eso nos cansamos de ver culos (diminutos, eso sí) femeniles en primer plano tanto para anunciar un paté como un tampón. Sexo para publicitar desde detergente o champú hasta productos de higiene íntima (tener la regla no es precisamente erótico). ¿Es necesario un puñado de mujeres larguiruchas y ultradelgadas con tops, minishort y minifalditas-cinturón bailando coreografías ñoñas para anunciar artículos femeninos o una simple sopa? ¿Realmente alguien “se pone” cuando se bebe el café para poder espabilarse?


          Entrando en temas más “profundos”, no olvido otras modas tiránicas como el dichoso Punto G o el multiorgasmo. Cuando un estudio dijo que las mujeres poseían el primero, muchos (plural general) se esforzaron por saber dónde estaba y cómo extraerle el máximo resultado, hasta que se demostró que no funciona en todas igual y en ocasiones ni funciona. Vamos, que no es un botón del microondas, que cada cuerpo es distinto, del mismo modo que unos somos rubios, otros morenos y otros pelirrojos. 

          Respecto al multiorgasmo, otra barbaridad igual: un estudio sacado de contexto que derivó en que todas las féminas estaban obligadas a tenerlo. Pues eso, que unos somos diestros, otros zurdos y otros ambidiestros. Que si todos fuéramos clones, esto sería un aburrimiento total. En fin, imagino cuánto esfuerzo y frustración por ambas partes, pero especialmente por ellas, dado que es su cuerpo. Probablemente alguna también tuvo que aguantar críticas porque su pareja se sentía defraudada y la culpaba a ella.



          Por no hablar de la moda de la depilación púbica, heredera directa de las pelis porno. Al parecer, hace siglos ya era costumbre entre las prostitutas afeitarse completamente para evitar las liendres. De aquí pasó a las pelis para adultos, que para muchos constituyen una fuente errónea de inspiración (¡ay, la eterna confusión entre realidad y  ficción!) y se extendió a la población general. Auque ha habido fases en la moda: que si depilación brasileña, que si tamaño de un billete de metro, que si ahora con forma de corazón y de color verde... Que cada cual vaya como le dé la gana, pero no por imposición de modas o de autoritarismos ajenos.


          ¡Hala, mañas! Todas las chorradas absurdas y perjudiciales para vuestra dignidad y vuestro bolsillo, ¡a cascala!


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