Imágenes
de un viernes de marzo de 2019, delante del Museo del Claustro del
Pozo de San Lázaro.
La
mayoría de nuestras construcciones y creaciones actuales son
efímeras conscientemente o por su mala calidad y en el futuro
quedará muy poco de nuestro paso por aquí.
Dicen
que algunos de nuestros productos nocivos no desaparecerán en
décadas o en siglos. Yo creo que como la naturaleza (natura, vida,
como se la quiera llamar) se regula para sobrevivir y continuar,
igual que mutan las bacterias de las infecciones para no sucumbir a
la penicilina o las cucarachas se vuelven resistentes a los
insecticidas, del mismo modo se equilibrará del exceso de la plaga
que somos.
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A falta de un cubo de basura o de una papelera a mano... |
La
naturaleza desarrollará algunos bichos que transformen nuestra
sobreabundancia material en una pasta acre homogénea, algo similar a
una masa de residuos procedente de la degradación bacteriana de
nuestros plásticos y de otros compuestos; o puede que los
nanobichillos digieran nuestra porquería y la excreten en forma de
sustancia útil para la tierra. O quizá suceda de éstos y de muchos
otros modos, normalmente la naturaleza es plural en sus actuaciones.
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Consecuencias de la noche del jueves. El tarro de plástico también
está lleno de hormigas: supongo que contuvo cortezas o algún otro
tentempié de los que maridan con la cerveza en un botellón. |
De
cualquier modo, estas sustancias resultantes carecerán de interés
para los arqueólogos del futuro (no así para los biólogos), que no
perderán el tiempo en extraer y catalogar lo que fue un táper o un
vaso de plástico abandonado entre unas piedras. Esto podría suceder
si dentro de unas pocas centurias nos hemos regulado como plaga o no
nos hemos "autoextinguido". Mientras tanto, los
políticos/empresarios se quejan de la baja natalidad y quieren que nos multipliquemos porque cuanta
más población, más beneficios obtienen.