Será porque el piso está entre batallas, que me invade el espíritu combativo de algunas madres obsesivo-compulsivas con la limpieza y el orden que conozco, y me poseen pensamientos del tipo: "¡Madre mía, pero cómo tendrán la casa! Llena de mierda, seguro. Si es que me dan ganas de subir y ponerme yo a limpiar. No sé podrá ni pasar. ¡Y qué cristales tan sucios! ¿Pero tú has visto? ¿Es que no tienen a nadie que les diga nada? ¿Y sus madres? Seguro que el rellano apesta a porro que echa pa'trás. Los vecinos tienen que estar contentos (ironía)".
Luego me libero del fantasma bélico, me entra envidia porque no todos podemos poner lo que queramos en las terrazas, pero me queda la preocupación de que los mástiles se suelten y caigan sobre alguien o algún coche. Me pregunto si estará prohibido poner astas u objetos que sobresalgan tanto de la propiedad de uno.
Espero que el loby católico ultra no vea la balconera del Niño invertido y no los acuse de herejía o peor.
El zapato que cuelga de los Papá Noeles (también castigados boca abajo) no sé si está como contrapeso, si completa la tradición navideña de dejar regalos en el calzado o si los muñecos son cleptómanos y lo han mangado en alguna casa.
Parece que hay un montón de emblemas, pero sólo distingo las banderas aragonesa, republicana y pirata. Todas descoloridas.
A esta terraza ya le dediqué la entrada Podemos...