sábado, 24 de enero de 2015

Emelina Goulden



               Hace años pensaba, con cierta diversión, que muy pocos vecinos de la plaza Albert Schweitzer sabrían pronunciar correctamente su dirección, excepto aquellos que tuvieran inquietud intelectual o conocimientos de fonética alemana. También pensaba que recibirían pocas cartas con el nombre bien escrito (las variantes serían numerosas y hasta graciosas), aunque siempre les llegarían, gracias a la pericia de los carteros.


         Ahora se utiliza menos el correo postal, pero me siguen viniendo los mismos pensamientos cuando veo placas como la que fotografié en noviembre de 2014 (hubiera sido un poco más fácil si las anglosajonas conservaran sus apellidos de soltera):

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