Puerta de la Iglesia de San Pablo. Noviembre de 2018. |
Por cierto, el vecino impresentable de los altavoces en el balcón volvió a torturarnos ayer y hoy se prevé la misma situación, dado que los bafles ahí siguen, como el dinosaurio monterrosiano.
Cómo me gustaría que lloviera e hiciera mucho frío lo que resta de confinamiento: los altavoces se mojarían y a nadie le apetecería salir a hacer el mono de feria. No lo digo por las manifestaciones de agradecimiento, sino por las discotecas que se montan algunos y que no dejan vivir a los demás.
¡Es tan irritante que una sola persona, haciendo algo ilegal, pueda alterar tanto tu vida y tu humor y no puedas evitarlo! Para más inri, ahora parece que tienen un invitado más en casa… Dando ejemplo de buen comportamiento a su hija, sí señor.
Respecto a otras manifestaciones balconeras, tampoco está de más recordar que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Camino entre Helios y el Ebro. Noviembre de 2018. |
Lo del mal tiempo también va por esos abuelitos que están más en la calle que en su casa. ¡Qué difícil es aceptar que nos impongan un cambio de rutina y de vida, y más a ciertas edades! Terca vejez.
Espero que este enclaustramiento sirva para que algunos padres entiendan que tienen que poner límites y reglas a sus criaturas. Los niños son seres inmaduros física y mentalmente, que necesitan amor y seguridad, pero también disciplina y educación para vivir en sociedad. Por eso son menores de edad y sus tutores son los responsables. Los maestros no son canguros contratados por los padres, como algunos de éstos creen.
Si no te gustan los niños o no tienes coyuntura/personalidad/tiempo para ellos, no los tengas. Te harás un favor a ti mismo, a la sociedad y a esa persona que has creado y a la que no has educado para que sea independiente, respetuosa y feliz. Además, los expertos afirman que somos una plaga y cuanta más gente se concentra en un espacio reducido, más conflictos se generan. Hagámosles caso a ellos y no a los grandes poderes, para quienes más población implica mayor enriquecimiento.
San Valero del año pasado |
Veo asomarse a gente a la que nunca he visto y me viene a la cabeza la película Monsieur Hire y su versión en bucle del cuarteto de Brahms. Va de un mirón. Esta situación también me ha recordado La máscara de la muerte roja de Poe y he acabado releyéndola.
Sospecho que hay habitantes que están redescubriendo sus balcones y se han encontrado en ellos criaderos de ratas con alas. A ver si esto ayuda a reducir la plaga. También me acuerdo de los alimentadores habituales de palomas y espero que les haya caído una buena multa por salir ni necesidad, ya que no la reciben el resto del año.
-A mí no me mires que yo estoy en el tejado del patio del Colegio San Vicente de Paúl, junto al Arco del Deán. Febrero de 2018. |
Las aves que veo desde casa saben desde el principio que pasa algo. Los gorriones se asoman perplejos desde el tejado desde el cual se lanzaban para llevarse las migas de comida basura de las terrazas hosteleras. Menos mal que tienen las macetas, que les proporcionan comida sana.
Asimismo, han empezado a cantar más bajo porque se oyen mejor. Ya no se desgañitan, aunque el tráfico sigue siendo inexplicablemente abundante por aquí. Las ratas aladas están muy pasivas. Las urracas se aventuran más a pisar la calle, pero no con suficiente tranquilidad porque la panadería recibe visitas a todas horas del día, más de lo habitual.
Estas preciosidades se mueven poco. Grafiti aviar en la calle Maestro Luna. Septiembre de 2017. |
Es genial ventilar la casa por la mañana y que no se contamine con el olor a tabaco procedente de los fumadores de las puertas de los bares. ¿Por qué hay tanto bar en una calle tan pequeña? ¿Por qué no dejan que haya locales para fumadores, con la entrada prohibida a menores? Molestan y contaminan. Los médicos diciéndote que no fumes (cosa que nunca has hecho) y tú tragándote pasivamente el humo de otros cuando paseas o cuando ventilas, aunque no vivas en una primera planta.
Vista desde la pasarela del Parque Goya. Enero de 2018. |
Es maravilloso no escuchar el barullo diario y nocturno del bar chino y de sus 30 mesas en la terraza (algo menos en invierno). En total, en verano la calle llega a tener 45 mesas, más sus correspondientes sillas. Ni siquiera es una zona bonita o interesante.
Los bares no deberían tener más mesas fuera que las que caben dentro de su local, y los veladores con calefacción deberían estar prohibidos por contaminantes. No entiendo la necesidad de tomarse un café a primera hora de la mañana o a última de la noche, entre semana, en una acera cualquiera de una zona no turística.
También agradezco la paralización de los ensayos para Semana Santa. Siempre hay demasiados cerca de aquí (que se acentúan cuando hay cierzo) y te destrozan los paseos finisemanales por la naturaleza durante tres meses.
Recuerdo con desagrado un domingo primaveral por el Soto de Cantalobos que se prometía amoenus: estaba a más de 2 km de cualquier calle y los dichosos bombos sonaban como cajas del ejército gabacho a punto de invadirnos.
El Soto de Cantalobos en una agradable mañana de septiembre de 2019 |
Lo invadimos todo y a todos con nuestras actividades.
En la entrada anterior olvidé poner un enlace sobre la protección de los niños en internet y redes.
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