Los
que escuchamos mucho la radio, llevamos años observando cómo la
mayoría de los locutores y colaboradores repiten los mismos temas y
lugares comunes insistentemente. Da igual la emisora.
Fuente de Neptuno o de La Princesa en el Parque Grande. Julio de 2019. |
Algunos
periodistas demuestran tener criterio, cultura y sentido crítico,
pero el resto sueltan las noticias tal y como les llegan, y repiten
arquetipos, errores de conocimiento general, etc. Como cuando
entrevistan a un científico y lo describen como una “rata de
laboratorio”. No sí si se debe a que quizá los periodistas
estudian su carrera fuera de un campus común y por eso desconocen
otras realidades, aunque pasen el tiempo haciendo entrevistas a todo
tipo de personas.
Atis pensativo en el Museo de Zaragoza (copia del de Huesca). Marzo de 2019. |
Yo
soy de letras puras purísimas, pero en mis tiempos de estudiante me
relacionaba con alumnos de ciencias que visitaban los bares como
cualquiera, salían, iban a conciertos, viajaban, etc. Como en todas
partes, en las facultades hay gente de todo.
Los
periodistas son los primeros que difunden información y modas
absurdas (las descubro gracias a ellos) que incluso pueden tener
consecuencias negativas, como ocurre con cada tontada nutricional o
de salud. Pienso, por ejemplo, en los superalimentos: ellos cuentan y
fomentan una moda extranjera, la gente la sigue y en otro país se
talan los árboles, desaparece la fauna autóctona y se destroza el
suelo para que los lugareños cultiven sin descanso en condiciones
inhumanas ese alimento divino; después, la moda se acaba, el suelo
se agota y la tierra se desertiza porque ya no hay árboles que
retengan agua (como pasó en Haití).
Iglesia de Nuestra Señora de la Almudena (c/ Escoriaza y Fabro). Febrero de 2019. |
Mientras,
aquí, cuando la moda ya se ha impuesto, comienzan a aparecer en los
medios algunos médicos y nutricionistas titulados insistiendo (con
poco éxito) en que los beneficios que les aporta ese superalimento
los consiguen tomando un puñado de garbanzos a la semana. Por otro
lado, aparecen los ecologistas explicando cómo la superproducción
del superalimento perjudica a la agricultura propia, al suelo y a la
gente. Y sí, son superalimentos porque superengordan la riqueza de
los empresarios. Todo muy súper.
Fuente de Neptuno. Julio de 2019. |
¿A
qué viene esta diatriba? A que, como yo, otras personas han enviado
quejas a los medios para que no hagan apología de las
manifestaciones grupales ruidosas en los balcones (reivindicativas,
artísticas, de narcisista que quieren hacerse virales, humorísticas,
etc.).
Ya
que difunden y anuncian estas actividades públicas, también
deberían pedir respeto hacia la gente e incluso fomentar la
tranquilidad. Hay momentos para todo, pero parece que a los
mediterráneos nos gusta el ruido más que a un tonto un lápiz. Al
nacer, me equivoqué de lugar.
No
estoy en contra de las manifestaciones sonoras balconeras si son
puntuales y para algo importante (dar apoyo, agradecimiento, etc.),
pero se está convirtiendo (como era previsible por el efecto llamada
y por el “minuto de gloria”), en una costumbre que ocupa varios
momentos del día y en algunos lugares las autoridades hasta se
plantean utilizar la megafonía pública.
De lo que no hay duda es
que la contaminación acústica crea conflictos y puede llegar a
enfermar seriamente. Ya que estamos obligados a estar en casa,
deberíamos pensar en tener una convivencia vecinal basada en el
respeto.
Meandro de Ranillas. Febrero de 2019. |
Los
periodistas aún no han comentado en antena nuestras quejas. Todo lo
contrario, disfrutan animando a la gente a que realice estas alegres
actividades en distintos lugares y horas del día. ¿Por qué? Creo
que la mayoría de ellos repiten las noticias sin tener criterio y
sin llegar a analizar lo que dicen ni a plantearse las consecuencias
de lo que difunden.
Pintada en la balaustrada del Parque Grande. Abril de 2019. |
Es
probable que vivan en una burbuja donde todos sus amigos y familiares
sean jóvenes, sanos y nada les afecte; o quizá están paradójicamente desinformados
o han olvidado que hay gente a la que le perjudica gravemente el
ruido: enfermos físicos y mentales, discapacitados mentales,
teletrabajadores, trabajadores que duermen por el día,
estudiantes... y gente a la que maldita la gracia que le hace tener
que soportar por obligación la mala educación de otros. Suena a
broma, pero la música y el ruido son utilizados como instrumentos de
tortura por los ejércitos.
“Torre Spirale” en el Centro de Historias. Julio de 2019. |
El texto anterior lo empecé
a escribir antes de que sucediera lo siguiente:
La
tarde del
jueves
de
esta
semana tuvimos que soportar que un vecino de la acera de enfrente
sacara sus enormes altavoces al balcón y pusiera música a todo
volumen durante hora y media. El ruido era tal, que incluso bajando
persianas y
cerrando
puertas se
escuchaba en
las habitaciones del lado opuesto de la casa.
No
se podía hacer nada, ni
con auriculares o tapones.
Se oía en toda la calle y más
lejos.
Por si fuera poco, tenía
un megáfono o algo similar con el que animaba a la gente. Por
supuesto, en algunos balcones había
personas bailando
cualquier cosa que pusiera, porque hay gente que
baila hasta con el ritmo de una gotera.
Pegatina que tiene una década o más. |
Al
día siguiente, ya
sabía que este vecino iba a repetir “la berbena”
porque los altavoces seguían en el balcón, así que tuve que
modificar todas mis actividades para poder irme por la tarde al lado
interior de mi
casa, esperando que no pusiera el
“chunda chunda”
también
por
la mañana. Afortunadamente, su tortura empezó más tarde y duró
menos de una hora.
Además,
como estas acciones hacen efecto llamada y
hay bastante ególatra exhibicionista
maleducado,
hubo algún
otro
vecino
en
otra calle que hizo
lo mismo.
“El profeta” en el Museo Pablo Gargallo. Febrero de 2020. |
Afortunadamente,
el sábado tuvimos la tarde en paz. Quizá alguien o la policía
intervino. Hoy está siendo un día tranquilo (toco toda la madera
que encuentro).
Silla aislada y tranquila junto al Mirador de Helios. Febrero de 2020. |
Las
autoridades gubernamentales
tampoco están incidiendo todavía en la necesidad del respeto
social,
porque (creo yo), aparte de los crecientes problemas que les origina
el virus, no
quieren cortarle el rollo esperanzador y
solidario a
la gente: que disfruten de su euforia grupal identitaria, porque
luego vendrá lo peor y a muy pocos
les apetecerá seguir con sus manifestaciones
públicas de baile y bullicio.
Dicen
que en
España
las autoridades hacen
la vista gorda ante
el
pirateo porque las condiciones laborales son
muy malas y hay
que
tener a la gente entretenida: pan y circo o
pan y toros.
Carpas comiendo vilanos de chopos en el Canal Depósito del Parque del Agua. Abril de 2018. |
Lo
que está claro, es que como no empiecen pronto a controlar los
excesos de ruido, muchos pongan
la música a todo volumen y
empiecen
a berrear
como ciervos en celo, vamos a tener graves problemas,
porque
ahora
los sufridores aguantamos en silencio (para
evitar conflictos y porque vamos contra la corriente
dominante, y
no está bien visto no
formar parte de la
manada
gregaria); pero con el tiempo, el desgaste hará que más gente se
harte de soportar los invasivos escándalos ajenos.
Vamos
a disfrutar de cierta paz, por favor, que nos quedan, al menos, un par de meses
así. Finjamos que somos un país nórdico donde se respeta la
tranquilidad vecinal.
“La Siesta”. Septiembre de 2019. |
Sobre
las esculturas, ver Torre Spirale y
La Siesta.
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