Al fondo, el Museo Pablo Gargallo y la copia de su escultura “El atleta moderno” (1929/1986) |
Ni así se libran las palomas de toda su insalubridad interior y exterior. ¿Para cuándo las multas a los alimentadores habituales de ratas aladas? Me asombran esas personas mayores que se dejan todos los días del año una parte de su reducida pensión en la compra de arroz y otros granos para estas aves, sin importar lo que se les diga.
El mes pasado ya estaban criando en la calle Delicias: pude oír y ver (en este orden) a un pollo en la parte superior de un letrero de un negocio.
Educación, información y castigo son las líneas que hacen que la sociedad funcione medianamente bien. ¿A ninguna autoridad le importa la gente enferma e inmunodeprimida a la que perjudica esta plaga de palomas? Por no hablar de cómo afecta a las viviendas (manchan terrazas, ropa tendida, etc.) y cómo deterioran el patrimonio y el mobiliario público.
La escultura ecuestre de bronce se refleja en el charco. En la ventana, imagen del autorretrato del escultor aragonés. |
Por si fuera poco, ya están llegando el resto de las torcaces, que vuelven a los nidos de años anteriores.
Los reflejos del Museo y de la farola, rotos por las ondas |
La rociada canina en el bolardo no da encanto al recuerdo de la Torre Nueva. Claro que las terrazas que lo invaden todo el año y que impiden el paso, tampoco. |
¡Qué exhibicionistas! No les importa el público. Esto de la “extimidad” o el impudor ha pasado de la tele basura y las redes sociales a la calle. |
Sí a las palomas, no a las plagas ocasionadas por otra plaga (bípeda implume).
Más información sobre la obra en Escultura Urbana.
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