viernes, 6 de enero de 2017

Incoherencia navideña



          Me gustan las Navidades, especialmente el bullicio en el centro cuando cae el sol y hace frío, y la decoración de las calles: las luces, los escaparates exultantes de rojo y dorado, etc.; pero no puedo con los papás noeles colgantes y todas sus variantes ridículas, debidas probablemente a que la cultura del país fabricante (y de los vendedores) no tiene nada que ver con la nuestra y, sin embargo, la gente los compra, aunque sean tan absurdos como ponerle a una sevillana un sombrero mejicano. Pero el ser humano es permeable a ciertas novedades y gusta del hibridismo, como demuestra la historia de las religiones.


          Todavía recuerdo el primero que vi y el susto que me llevé porque, aunque medía menos de un metro, lo vi con el rabillo del ojo y pensé que era una persona situada en un sitio peligroso.


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Esto es de lo mejorcito que se puede encontrar en los balcones. Coherente e incluso elegante.



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Sin embargo, es esta versión la que triunfa en la ciudad.

Me da mucha grima porque parece un niño levitando.
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Para algunos hogares, el levitador es poco y prefieren reunir la tradición hispana con la forana de san Nicolás de Bari/Papá Noel con su escalera de leds y su saco.

Para mi generación el hombre del saco significa otra cosa. Al menos, sus colores combinan.
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¿Cómo les explicamos a los niños que Papá Noel (me extraña que todavía no lo llamemos santa Claus) es uno solo y que entra por las chimeneas?

Aquí tres gemelos intentando entrar por una ventana cerrada. ¿Alguien se acuerda de aquellos muñecos-pinza de los años 90 que se colgaban de las cortinas?
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Pero esto es ya el colmo: los Reyes Magos trepando por el balcón.

¿En serio? ¡Son reyes! Tienen pajes para hacer el trabajo sucio. No se bajan del camello salvo para coger el ascensor, si lo hay.
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En el mismo edificio hay dos adornos más: el Papá Noel de la derecha...

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... y éstos, cuyo saco es tan pequeño que casi mejor que no se molesten en subir. ¿qué llevan, memorias USB?

Por si los niños no estaban suficientemente confundidos, ahora son cuatrillizos. El último, el pobre, siempre va de cabeza.



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Sin embargo, el siguiente adorno supera al anterior.

Sextillizos y sin saco. Parece como si el primero estuviera llegando y los restantes le preguntaran qué ve. El último, de nuevo, de cabeza.


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Pasamos de los minis al más grande que he visto.


Tiene el tamaño de un hombre real. Demasiado real.

Lleva luces hasta en el saco.

Al menos lleva un buen saco de regalos, aunque parece el de un ladrón de tebeo.
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A éste tan expresivo sólo le falta el piolet, además del saco, claro.



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No parece tan feliz este otro, a punto de caerse. 

Sus pies no se apoyan y cuelga de los brazos. Además, ¿por dónde pensaba pasar, por mitad del muro de flores?



Fotos de estas neblinosas Navidades en los barrios de San Pablo y de La Almozara.


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