Las
personas que pasan mucho tiempo en casa (cuidadores, amas/os de casa,
parados, enfermos, hikikomoris, etc.) y que escuchan mucho la radio
están alucinando con tanta sandez sobre cómo llenar el tiempo de
encierro: redescubrir la casa, hacer ejercicio, conocerse a uno mismo
y a la familia... Hablan como si la mayoría de los oyentes
trabajaran en oficinas y vivieran en ciudades, como si todos
lleváramos la misma vida.
Las Murallas, enero de 2016 |
No
entiendo a los urbanitas que al inicio de esta situación pensaron
que era mejor salir de sus ciudades y pasar la crisis en zonas de
veraneo o en localidades que no siempre tienen un hospital general.
Si enfermas, ¿no es mejor estar en un centro hospitalario que
conoces, cerca de tu casa, donde tienes todo lo que necesitas a mano?
¡Dulce pensamiento de invulnerabilidad!
Me
gustaría entender esa querencia o moda que obliga a la mayoría a
irse de su casa en cuanto tiene días u horas libres. Con lo que
cuesta tener una casa, equiparla, etc., ¿por qué no disfrutan de
todo ello? Bueno, ahora tendrán que hacerlo.
El
gregarismo explica gran parte de nuestra conducta. No nos gusta la
libertad social ni sentirnos minoría y ser rechazados.
Nos movemos como los estorninos.
Las
redes sociales y los teléfonos inteligentes (que lo son porque han
creado una adicción mundial) nos han convertido en borregos, y no
podemos escapar porque para todo se nos exige estar conectados. Dicen
que en esta época, a diferencia de las anteriores, somos
individualistas y poco sociables; yo creo que somos una masa uniforme
y vírica subyugada por las modas empresariales.
Los
teléfonos y sus cámaras: ideal para narcisistas exhibicionistas,
que antes sólo eran adolescentes y ahora, de todas las edades.
Extimidad. Gente haciendo el idiota en los balcones y en todas partes
porque quiere ser el centro de atención y convertirse en viral.
Influencers (palabro que me recuerda a la fluenza inglesa) que
difunden desafíos absurdos. ¿A que no hacen un SilentChallenge o un
Internet Silence Challenge para todo el tiempo que dure este
aislamiento?
El
borregismo aterra: da igual que sea por histeria colectiva (esta
época es especialmente propicia gracias a las redes: caza de
pokemons, etc.) o por gregarismo ideológico. Observas la historia y
la naturaleza humana, y da miedo porque no se puede controlar
fácilmente. Se acaba como las plagas de langostas, de repente,
cuando se quedan sin alimento.
¡Ese
subidón que da el sentirse identificado con un grupo y arropado por
él! El problema viene cuando el grupo dominante es irracional,
histérico. Entonces no hay grises: o estás con ellos o contra
ellos. En ese contexto, es mal asunto tener espíritu crítico y ser
diverso. Te aísla realmente y puede destruirte.
Nos
gusta imponer nuestro criterio a los demás. En todos los
estados políticos y sociales siempre hay gente que quiere hacerlo.
En esta crisis no podía ser menos.
A
pocos días del inicio aislamiento, una vecina puso este cartel en el
ascensor.
Debemos
evitar conflictos dentro y fuera de casa. Ningún vecino ha
reaccionado, que yo sepa, pero como me ha molestado su tono, le respondo aquí
y termino de desahogarme en estas entradas
absurdas con fotos casi aleatorias que estoy haciendo en este blog
durante el imperio del bicho. Terapia que me ahorro.
En
este edificio viven alrededor de medio centenar de personas, algunas de las cuales
tienen que comprar lo imprescindible en supermercados en los que las
estanterías están medio vacías, lo que obliga a volver a salir de
nuevo. Se puede congelar pan y alimentos para algunos días, pero en
las familias con numerosos miembros no hay suficientes congeladores
en las casas para almacenar tanta comida en general y no todo el
mundo tiene la salud adecuada para comer pan de molde o alimentos
procesados.
Hay
gente que tiene que salir a hacer su propia compra y la de familiares
mayores o enfermos. Hay vecinos sanitarios que van a trabajar y hacen
guardias. Hay perros, que deben sacarse a pasear dos o tres veces al
día. Y un largo etcétera. No salimos a la calle por gusto. A ver si
controlamos la expresión de la intransigencia, que de aquí a empezar a
denunciar a la gente que nos cae mal, hay un paso.
¡Vaya si regnat! Calle Santiago, febrero de 2016 |
Es
probable que con esta crisis, la economía y las costumbres cambien.
Estaría bien que la gente dejara de ser tan superficial, intolerante
y radical con los demás (o estás conmigo o contra mí). Una cosa es
tener tu opinión y otra es atacar directa y agresivamente a las personas que no la comparten o no actúan como tú. Para la mayoría, si no eres públicamente solidario, si no te ven colaborar, si no sales al balcón
cuando toca, si no eres optimista y esperanzado, si no “lo que
sea”, eres mala persona. ¡Cómo se echa de menos un poco de
individualidad a veces!
Detalle |
Estoy
pensando también en las manifestaciones del Día de la Mujer,
además de los congresos, los conciertos y el deporte que hubo ese
fin de semana.
En
febrero ya teníamos contagiados en la Península y ese fin de semana
ya se había propagado, pero no se podía decir nada públicamente
(ni siquiera a muchas amistades) sobre el peligro que implicaba ir a estos
actos multitudinarios (me da igual la ideología): te podían atacar,
te decían que era una tontería, te tachaban de antifeminista,
ultra, etc.
Puente de la Ronda Norte, noviembre de 2017 |
Ahora
la gente se enfada con el gobierno porque éste no impidió dichos
actos. ¿De verdad necesitaban que papá-dirigente les dijera algo
tan obvio? ¿Después de lo que estaba pasando en otros países?
Seguro que si los hubieran prohibido, la gente se hubiera enfadado y
hubiera acudido a pesar de todo.
No
necesitamos que nos digan todo el tiempo lo que tenemos que hacer,
sólo tenemos que estar informados, ser críticos con toda esa
información y aplicar el menos común de los sentidos.
Además, los
gobiernos nos cuentan lo que quieren, como siempre ha sucedido en
todas partes y en todas las épocas. ¿De verdad alguien se cree que
un país dictatorial, opaco, que tiene comprada la deuda de medio
mundo, ha tenido menos fallecidos que otro país europeo? Sí, me
refiero a esa dictadura que ahora quiere culpar a otros del origen
del virus.
De
cualquier modo, se lo han montado bien: son los primeros en superar
la crisis, donan una parte del stock médico que les ha sobrado y
después mejoran su economía produciendo y vendiendo más cantidad al resto del
mundo.
Seguro que ahora a los jefes de la UE (que de unión tiene
poco) ya no les hace tanta gracia la idea de la deslocalización de
empresas fuera de Europa. No se pueden poner todos los huevos en una
cesta, que casi todos los productos que necesitamos se hagan fuera de
nuestras fronteras porque allí es más barata la mano de obra.
Tampoco
me creo las cifras que están dando de nuestro país: no se hace el
test a todo el mundo (hay gente contagiada y aislada en su casa, pero
no consta como tal), dudo que se estén haciendo pruebas a todas las
personas que fallecen ahora o que lo hicieron antes de marzo por enfermedades que
se complicaron, etc. Siempre es lo mismo. Luego los
historiadores se vuelven locos con los datos contradictorios y
falsos.
Durante estos días, buscar y recibir información de la situación y de las
prohibiciones me ha llevado a tal saturación mental, que de vez en cuando tengo que aislarme
informativamente (lo que me dejan en casa, que no es mucho): no estoy
leyendo la prensa, pero supongo que habrá artículos periodísticos
que ya estarán diciendo cosas similares más certeras que estas
poco meditadas y viscerales que estoy soltando.
Por
cierto, me sorprende toda esa gente (a la que imagino alejada de la
información habitual y felizmente absorbida por sus ocupaciones
diarias) que dice que esta pandemia les ha pillado por sorpresa y que
nadie la esperaba. La OMS lleva años alertando sobre ello. Supongo
que creían que sería como el ébola, que se quedaría en otro
continente. La globalización y el libre movimiento tienen estas cosas,
sobre todo cuando el problema se origina en un país que produce
masivamente para todo el planeta. No desprecio a esa gente asombrada,
la envidio y creo que debería de empezar a dejar de informarme para
ser despreocupadamente feliz.
Como
dicen por ahí, “vamos a salir de ésta”, sí, pero no mejor y no
todos.
Bastante de acuerdo en casi todo. No diré que en todo todo, que sería alarmante, pero en casi todo. La pintada del Technologia tiene su aquél, sí.
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