viernes, 7 de febrero de 2020

Baño desparasitador

Plaza de San Felipe, una mañana de diciembre de 2019. 

Al fondo, el Museo Pablo Gargallo y la copia de su escultura “El atleta moderno” (1929/1986)
 



          Ni así se libran las palomas de toda su insalubridad interior y exterior. ¿Para cuándo las multas a los alimentadores habituales de ratas aladas? Me asombran esas personas mayores que se dejan todos los días del año una parte de su reducida pensión en la compra de arroz y otros granos para estas aves, sin importar lo que se les diga.
 

          El mes pasado ya estaban criando en la calle Delicias: pude oír y ver (en este orden) a un pollo en la parte superior de un letrero de un negocio.

 




 


          Educación, información y castigo son las líneas que hacen que la sociedad funcione medianamente bien. ¿A ninguna autoridad le importa la gente enferma e inmunodeprimida a la que perjudica esta plaga de palomas? Por no hablar de cómo afecta a las viviendas (manchan terrazas, ropa tendida, etc.) y cómo deterioran el patrimonio y el mobiliario público. 



La escultura ecuestre de bronce se refleja en el charco. En la ventana, imagen del autorretrato del escultor aragonés.


 
          Por si fuera poco, ya están llegando el resto de las torcaces, que vuelven a los nidos de años anteriores.
 

Los reflejos del Museo y de la farola, rotos por las ondas

La rociada canina en el bolardo no da encanto al recuerdo de la Torre Nueva. Claro que las terrazas que lo invaden todo el año y que impiden el paso, tampoco.



¡Qué exhibicionistas! No les importa el público. Esto de la “extimidad” o el impudor ha pasado de la tele basura y las redes sociales a la calle.

 

 
          Sí a las palomas, no a las plagas ocasionadas por otra plaga (bípeda implume).

Más información sobre la obra en Escultura Urbana.


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