En noviembre de este año ya
no estaban las pajareras del Jardín Botánico.
La verdad es que no tenían
ningún interés: con tanta verja y tanta valla, las palomas colipavas (eso creo)
eran muy difíciles de ver, aparte de lo hacinadas que estaban las pobres. Los
únicos beneficiados eran los gorriones, que se colaban por la parte superior y
se alimentaban de su pienso.
¡Lástima no haberlas fotografiado!
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